Declaración política del plenario del FAS del 28 de abril de 2018

Reproducimos documento votado el 28 de abril en el plenario nacional del FAS 
La tendencia hacia guerras y revoluciones 

La coyuntura internacional está signada por la persistencia de la crisis  desatada en 2008. Producto de esa continuidad es que las contradicciones inter imperialistas tienden a agudizarse, como así también las luchas de las masas, que en diferente grado de desarrollo atraviesan todo el planeta, poniendo a los diferentes gobiernos en jaque.

La economía mundial no despega, la deuda creció y está un 12% por arriba de 2009, cuyo principal motor (del endeudamiento) es China, con el 47% del total mundial desde 2007, según el último informe del FMI. La profundidad de la crisis y la necesidad de destruir el enorme cúmulo de mercancías que en la actualidad el capitalismo no puede absorber, lleva al sistema nuevamente al camino de la destrucción de las fuerzas productivas y la producción sobrantes.

Esto, que implicaría un genocidio mayor que el producido durante las dos guerras inter imperialistas del siglo XX, es una tendencia que aunque todavía no se ha concretado como en las confrontaciones precedentes, se vislumbra en las constantes guerras tercerizadas a través de estados o bandas fascistas - como sucede en Medio Oriente - donde se disputan territorios, recursos y se dirimen contradicciones entre diferentes ramas o tipos de producción. El caso reciente de la intervención de EEUU en Siria es un claro ejemplo de esta situación, que acontece en una región muy rica desde el punto de vista geopolítico como de sus recursos petrolíferos.

Estos ataques sucedieron en el marco de un cambio político muy profundo que está teniendo lugar en los círculos que rodean a Donald Trump, que está siendo rodeado de personajes interesados en dinamitar el Pacto "5 más1" firmado por Obama, el Papa y los ayatollahs iraníes, mediante el cual se les asignó a estos el papel de "gendarme regional" al servicio de la reconstrucción de la gobernabilidad capitalista de Siria, Irak y el Líbano.

La asunción de John Bolton como consejero de seguridad es un avance de calidad en ese sentido, ya que este ultraconservador de 69 años - relacionado a la burguesía sunita "wahabita" de Arabia - sostiene la necesidad de comenzar a hacerle la guerra a Irán. ¡Bolton es uno de los pocos funcionarios de alto nivel estadounidense que reivindica a viva voz la invasión llevada adelante por el gobierno de Bush, del cual formó parte, contra Irak!

Por todo esto, no es casual que el régimen turco, que viene trabajando junto a Rusia e Irán, a través de los acuerdos de Astana y Sochi - con el propósito de "estabilizar" Siria, haya salido a apoyar entusiastamente el ataque misilístico. Es que una parte fundamental del poder construido por Recept Tayyip Erdogan, se apoya en los sectores sunitas relacionados al equipamiento y organización de engendros fascistas, como el frente Al Nusra o Estado Islámico.

Más allá de estas especulaciones, las características del bombardeo demuestran la extrema debilidad en que se encuentra Trump - en general y en la región - porque inmediatamente después de haberlo lanzado, se vio obligado a declarar que "no iban a seguir atacando". Si Trump y sus "halcones" pretenden avanzar hacia Teherán, están más que complicados, ya que las condiciones objetivas para hacerlo les resultan más que adversas. Es a raíz de esto que probablemente el bombardeo de EEUU no pase de ser una bravuconada para posicionarse mejor en la región. 

Revolución y Contrarrevolución 

Lo que sucedió y continúa sucediendo en Medio Oriente no es sólo el producto de una disputa por los comodities o por posiciones geopolíticas entre diferentes poderes - imperialistas y burguesías regionales - sino el intento de aplastar lo que aún queda del proceso revolucionario que explotó en Siria y se expresó en dos tendencias: el surgimiento de los consejos locales en las principales ciudades del país y la aparición de las asambleas populares de Rojava o Kurdistán Sirio.

Este fenómeno, que constituyó un producto directo de la “Primavera Árabe”, significó, con los límites del caso, el desarrollo de órganos de doble poder, desde los cuales se llegó a organizar las milicias y a controlar la producción. Para reventarlo, al Assad recurrió al apoyo de los aviones rusos y la liberación de los Hermanos Musulmanes de las cárceles (principal oposición del baazismo) para que estos constituyeran después las bandas jihadistas fascistas que asolaron la región y se transformaron en “quinta columna” de la Revolución.

Por otro lado, el proceso revolucionario encarado por el pueblo kurdo fue frenado y “militarizado” por el accionar del stalinismo, a través del PKK, que tiene mucho poder y autoridad en la región. Su política de alianza con el “enemigo de mi enemigo” sin tener en cuenta las características de clase del mismo, lo llevaron a conciliar y confiar en alianzas con fracciones del imperialismo, particularmente con EEUU.

No obstante esto, e independientemente de las derrotas o retrocesos parciales, el fenómeno de autoorganización y la autodefensa de los pueblos de Medio Oriente - dentro de los cuales hay que incluir a las heroicas masas palestinas, que han vuelto a ocupar el centro de la escena - no sólo continúa sino que se está extendiendo hacia otras latitudes, como Irán, Turquía, Francia, etc., marcando el ritmo de la lucha de clases,  que con contradicciones que incluyen derrotas, camina hacia el poder obrero y popular, que es la base objetiva sobre la cual podremos construir organizaciones revolucionarias y disputarle el poder a la burguesía.

Esta es el aspecto central de una tendencia que se desarrolla en forma desigual en todo el planeta, al calor de la crisis económica que es acompañada por un profundo agotamiento en la superestructura, como lo demuestran con sus crisis la mayoría de los partidos burgueses en Europa y la ola de protestas que en estos años recorrieron el viejo continente, como hoy las huelgas en Francia.

Medio Oriente y Europa son una caldera en ebullición, pero no es una situación, como dijimos, particular de esas regiones. El imperialismo es la fase superior del capitalismo y en la actualidad, el grado de entrelazamiento alcanzado por la producción hace que cualquier lucha de nuestra clase, por más lejana y aislada que parezca, puede tener repercusiones globales. ¡Todo esto indica que la relación de fuerzas entre las clases a nivel mundial, es favorable para los trabajadores y el pueblo! 

América Latina no es la excepción 

La llegada de la crisis a nuestra región también azuzó el ritmo de la lucha de clases, totalmente atada a los vaivenes de la demanda de materias primas, ya sean granos o minerales, más allá de los diferentes grados de desarrollo en sentido capitalista entre algunos países, la ley fundamental es el carácter semi colonial de nuestramérica. El ciclo de contracción capitalista vino a silenciar los cantos de sirena del populismo. 

Esa es la causa del cambio en el signo político de varios países, en los que al igual que con los gobiernos salientes o en decadencia, no existieron transformaciones sustanciales, ni nada cercano, sino la disponibilidad de divisas y el crecimiento del PBI a raíz de los precios del petróleo y la soja.

Nuestra caracterización sobre esos gobiernos y partidos, es la única que se sostiene al contrastarse con los hechos y el ajuste que llevan y llevaron adelante personajes como Maduro O Dilma Roussef, la confirman. Es por eso que no hay una sucesión de “golpes” de Estado sino simplemente manotazos de la misma burguesía para recomponer un régimen en decadencia, que al calor de estas contradicciones tiende a debilitarse. Una expresión de su debilitamiento es el intento de fortalecer a la justicia (lavajato u otros engendros) como árbitro al servicio de la recomposición de la democracia capitalista.

En este contexto, el caso “Lula” volvió a poner blanco sobre negro a las posiciones de la izquierda para toda la región, dejando en claro ante la clase obrera y el pueblo los diferentes programas en disputa: entre los que quieren salvar el régimen y quienes bregamos por su definitiva destrucción y sustitución por organismos verdaderamente democráticos, asambleas donde el pueblo gobierne y delibere. 

Por eso, en una reciente declaración del FAS sostuvimos: Los revolucionarios luchamos de manera permanente y sistemática contra los representantes del capitalismo, peleando por la revolución socialista más allá del carácter de los gobiernos que administren. A pesar de este principio general, que plantea la necesidad de una política de independencia de clase, reconocemos y valoramos las diferencias entre los diferentes regímenes capitalistas.

No es lo mismo una democracia burguesa, con ciertas garantías que pueden ser aprovechadas por los trabajadores, que una dictadura militar, donde las libertades son directamente liquidadas. ¡Cómo no reconocer esto después de años de gobiernos militares! Por eso hemos estado y continuaremos estando en la primera línea de combate contra cualquier intento de golpe que pretenda acabar con la limitadísima democracia burguesa.

Si esto sucediera en Brasil, convocaríamos al movimiento de masas a movilizarse para detener a los uniformados y disuadir a sus elementos más débiles. También llamaríamos a los trabajadores y los pueblos de todo el continente a rodear de solidaridad a la resistencia del pueblo hermano y, entre otras medidas, a tomar las embajadas brasileras para impedir que sean ocupadas por agentes del gobierno de facto.

Esta no es la situación de Brasil, donde lo que acontece es una tremenda lucha entre sectores burgueses, que en medio la crisis política, económica y social se disputan el poder, aunque coincidiendo en defender al régimen actual, participando en las elecciones y dirimiendo sus diferencias en el parlamento y otras instituciones de la democracia capitalista, que es muy parecida a la que reina en el resto del continente.

Los trabajadores y el pueblo de Brasil no deben apoyar a una u otra camarilla burguesa sino empezar a construir su propia alternativa política, un Partido Revolucionario de los Trabajadores que luche por el poder impulsando la movilización y la autoorganización obrera y popular. Para esto, deben intervenir tratando de que se debiliten las pandillas capitalistas en pugna.

Lula, que está muy desacreditado por haber gobernado ajustando a la mayoría, tiene sólo el respaldo del aparato partidario, los burócratas de la CUT y algunas fuerzas de la izquierda, como los representantes brasileros del MST, PTS, nuevo MAS y PO de la Argentina, que lo apoyan agitando la existencia de un supuesto golpe de estado o el fantasma de un movimiento “fascista”.

Los trabajadores y la izquierda no pueden apoyar a quien actuara como fiel representante de los monopolios. Los luchadores consecuentes deben llamar a confiar en la Acción Directa, empujando la unificación de las luchas para derrotar a Temer - trazando rayas con el PT y Lula - levantando las banderas del Gobierno Obrero y Popular y la Revolución Socialista.

Por esa misma razón es que tampoco tenemos expectativas en el cambio de gobierno en Cuba, país que hace años abandonó el socialismo, más allá de que muchas conquistas de la revolución todavía persistan, la injerencia imperialista en la isla existe al igual que en el resto del continente, ya que más allá del bloqueo, muchos capitales europeos se desenvolvieron, fundamentalmente en el turismo desde los años noventa y el último congreso del PCC autorizó a que cubanos empleen trabajo asalariado, es decir, que exploten a otros cubanos. Ha sido enorme el sacrificio y la entrega de ese pueblo a las luchas de liberación en varias partes del mundo, pero hoy la realidad es esa y demuestra la imposibilidad de un proceso socialista aislado. 

La situación mundial golpea a la Argentina 

En nuestro caso se presenta una situación en la que se reafirma la tendencia a la agudización de la lucha de clases, al calor de la crisis económica y política. La magra recuperación de la institucionalidad pos 2001 que logró el kirchnerismo, se evapora con ese mismo partido.

La imposibilidad de recomponer el bipartidismo incluso luego de haber inflado a Macri como su alter ego en el juego de la democracia burguesa, demuestra la profundidad de la crisis y la grieta real, entre explotadores y explotados. Como señalamos en varias publicaciones, al peronismo también le llegó la hora y la fragmentación actual no se revierte ni con la intervención del Papa, verdadero jefe político detrás del rearmado populista Cetep/PCR/PJ.
Pero la alianza en el gobierno tampoco es ajena a esta situación y muestra cada día más fisuras, cruces y denuncias entre sus máximos referentes y sobre todo muestra incapacidad, ante la burguesía a la que representa, para cumplir con el ajuste exigido. Es entonces que la crisis de los de arriba, está empujada por una creciente protesta social y por también progresivas fracciones de la clase obrera que salen a luchar pasando por arriba el dique de la burocracia sindical.
El ingrediente faltante en este banquete, es la organización y la dirección política de los trabajadores, para cuyo desarrollo, las actuales condiciones son más que favorables y el gran escollo no está directamente en la burguesía, sino en la misma izquierda revolucionaria que no se decide a jugar ese papel.

El dilema de la izquierda 

La situación política actual del país se caracteriza esencialmente por la crisis del gobierno y del régimen, que tienen que aplicar un ajuste terrible en un marco de extrema debilidad, que se expresa como crisis institucional - justicia, parlamento, partidos políticos, etc. - razón por la cual tendrán que recurrir a la represión.

La votación de la reforma previsional dejó herido gravemente al macrismo, que al “traicionar el mandato popular” de manera tan descarada, junto con un sector muy importante del peronismo, rompió con una porción grande de sus propios votantes y base social.  La represión de esos días, sumada al exagerado despliegue de uniformados en cada conflicto obrero, mete presión y aumenta la bronca del pueblo trabajador, que además tiende a radicalizarse.

El otro sector en crisis terminal es la burocracia sindical, que después de décadas de traiciones ya no cuenta con prácticamente ningún respeto dentro de las bases obreras. Los burócratas, que son ampliamente repudiados, ya no “conducen” políticamente como antes, sino que se limitan a jugar un papel de contenedores de la combatividad obrera, actuando como capataces del ajuste. 

El gobierno “aprieta” a los burócratas para que continúen alineados a su plan de rebajas salariales y flexiblización laboral, apoyándose en el descontento antiburocrático de las bases, lo cual, contradictoriamente, es un problema para el régimen ya que socava la poca legitimidad que les quedan a quienes vienen siendo, en definitiva, los garantes más importantes del ajuste.

Por esto, la crisis de los dirigentes sindicales se ha convertido en un factor más de incentivo de las luchas, como lo demuestra la marcha del 21F, que se vio obligado a convocar el moyanismo para defenderse de las acusaciones del gobierno en relación a OCA y otras trapisondas por el estilo. Esta situación, junto con la crisis económica generalizada, el aumento desmedido de los precios, la pérdida de miles de puestos de trabajo, etc. empuja al pueblo trabajador a luchar y a radicalizarse, organizando puebladas y asambleas populares - que involucran al conjunto de las poblaciones afectadas - como las de Azul y Rio Turbio.

Quienes hablamos en nombre de la izquierda y el clasismo tenemos una oportunidad de ganar la conducción de la resistencia si nos ubicamos a la altura de las circunstancias, impulsando de manera activa la autoorganización y la autodefensa obrera y popular, que no es otra cosa que seguir el ejemplo - y profundizarlo - de Azul y Río Turbio.Hay que hacer eso, explicando y agitando que no se puede resolver ningún conflicto parcial de manera aislada ni en los marcos sindicales, y que solo con una gran lucha política contra el gobierno - huelga general, puebladas y argentinazos mediante – se podrá poner contra las cuerdas y derrotar definitivamente aMacri y los gobernadores.

Lamentablemente, los sectores más importantes de la izquierda, organizados en el FIT y otros grupos menores (Nuevo MAS, MST, Venceremos, etc.) tienen otra estrategia, que no es otra que la de seguir repitiendo la vieja receta de reclamarle a los burócratas que hagan lo que no están dispuestos a hacer, en vez de tomar la tarea de coordinar las luchas en sus propias manos, posicionándose como una verdadera alternativa de dirección.

Hay que romper con este conservadurismo convocando a una Asamblea de Trabajadores de todos los sectores dispuestos a pelear en serio contra el gobierno y el Ajuste, para resolver un Plan de Lucha Independiente y un Programa Alternativo que enfrente a los planes burgueses del oficialismo y la oposición con propuestas de carácter Obrero y Socialista.La "Batalla del Congreso" del 18 de diciembre contra la Reforma Previsional, que hizo caer la pretendida Reforma Laboral, demostró la capacidad de liderazgo de la izquierda, que estuvo al frente de miles enfrentando con dureza a las fuerzas represivas del régimen, siendo vista con simpatía por millones a lo largo y a lo ancho del país.

La detención y procesamiento de compañeros luchadores - como Arakaki y Ponce del PO o nuestros propios camaradas - no es más que un intento del régimen de amedrentar a los/as socialistas y a la vanguardia para evitar que la izquierda consecuente se extienda y consolide, convirtiéndose en la nueva dirección clasista y revolucionaria que reclaman las actuales circunstancias. 

Como señalamos entonces, la tarea central hoy es construir al calor de la lucha, una dirección política socialista que desde el piso que significó el 18 de diciembre, impulse las luchas y trabaje por la unidad, pero en torno a un programa socialista que se pronuncie contra el gobierno y todos los partidos patronales, en el camino de la construcción del poder obrero y popular.  Este encuentro debe ser la señal para profundizar la lucha por la independencia de nuestra clase, para fortalecer el camino que iniciamos y acercar a los más honesto y consecuente de la clase obrera para forjar una nueva dirección revolucionaria, tarea necesaria y urgente.  

Anexo: fragmentos de un texto escrito en el mes de mayo de 2018 

Estas condiciones son, desde nuestro punto de vista, excepcionalmente favorables para la evolución de un movimiento revolucionario, o dicho en otras palabras para la construcción de una nueva dirección que le dé un curso correcto al creciente movimiento de masas que atraviesa el mundo. Esta situación es asumida por la propia burguesía, que ya está tratando de construir nuevas trampas para este posible desarrollo.

Por esa razón, agotadas las opciones tradicionales de los partidos patronales es probable que como sucedió en América Latina en la última década, los capitalistas recurran a opciones progresistas o frente populistas, que en el fondo no pueden representar (en las condiciones actuales del imperialismo) ninguna posibilidad real de progreso ni de satisfacción de las expectativas de las masas.

Una corriente revolucionaria debe llevar adelante una lucha abierta contra todas estas opciones, que de fortalecerse seguirán llevando a los trabajadores al callejón sin salida de la democracia burguesa. Teniendo en cuenta esto y que las condiciones objetivas para la revolución socialista están más que maduras en todo el mundo, debemos promover la ruptura política y orgánica con todas estas opciones burgueses o pequeño burgueses.

Eso implica hoy, de acuerdo al desarrollo particular de cada región, la construcción de organizaciones revolucionarias que promuevan la independencia de clase, la profundización del estado asambleario que recorre a todas las instituciones obreras y la construcción de organismos de poder popular. ¡Vamos a ganar para esta perspectiva a corrientes, grupos y partidos provenientes de diferentes tradiciones si aparecemos presentando una durísima pelea contra todos los enemigos de la acción directa, la independencia de clase y la autoorganización obrera y popular!

Nuestros rivales no son solo los gobiernos reaccionarios - como Macri, Piñera o Temer - y las burocracias sindicales que los sostienen, sino quienes “pintándose de rojo” juegan un papel nefasto sosteniendo al sistema capitalista por “izquierda”. ¡Los Lula, Maduro, frenteamplistas, kirchernistas (apoyados por el stalinismo reciclado) y otros engendros son nuestros principales enemigos a la hora de disputar la conducción de las luchas y la vanguardia obrera y popular.

Por otro lado, si bien no es “frentepopulista” o agente directos de la burguesía “nacional y popular”, la izquierda centrista - como el FIT de la Argentina, el PSTu o el PSOl de Brasil - constituye un escollo para avanzar hacia la independencia de clase o el doble poder. Por más que estos grupos realicen propaganda socialista, boicotean la posibilidad de que la clase trabajadora rompa los diques de contención de la podrida burocracia sindical y sus jefes políticos populistas, ya que terminan actuando como consejeros de izquierda de los dirigentes traidores o como simples aparatos de presión de estos.

La negativa de la izquierda argentina de convocar a una Asamblea Nacional de Trabajadores para discutir y resolver un Plan de Lucha Independiente es una expresión clara y contundente de esta política de adaptación al régimen democrático burgués, justo cuando los acontecimientos del 18 de Diciembre demostraron las posibilidades inéditas de que la izquierda lidere con audacia la resistencia obrera y popular.

¡El Paro de Mujeres, construido en la Argentina por una Asamblea de organizaciones de izquierda y feministas radicalizadas, es otra expresión acabada de las posibilidades que existen de impulsar una agenda propia de luchas que se conforme como gran punto de referencia hacia el movimiento de masas, que está buscando una nueva dirección sindical y política!

Le damos importancia a la Argentina no por localismo, sino porque constituye la vanguardia continental de la lucha de clases, marcando la tendencia general del resto de los países de la región en lo que hace a la combinación dialéctica entre factores objetivos y subjetivos. Tener en cuenta lo que allí sucede no significa repetir mecánicamente las políticas que allí planteamos, sino aprovecharnos de sus principales enseñanzas.

Los revolucionarios nos encontramos ante una situación que puede significar una bisagra en la lucha de clases en el mundo, obligándonos a actuar con audacia y confianza en la clase obrera y nuestro programa, ayudando a concretar la misión histórica del proletariado, evitando así que la situación culmine en nuevas masacres… A doscientos años del nacimiento de Carlos Marx, sus consignas están más vigentes que nunca: ¡Socialismo o Barbarie... el proletariado no tiene nada que perder, salvo sus cadenas… Tenemos en cambio, un mundo que ganar![1].



[1] K. Marx F. Engels; Manifiesto del partido comunista.
 

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